Desde esta Trinchera: Diario de una Epidemia (1)
Así Comenzamos
Después de mucha lectura y preparación personal y de equipo, comenzó para nosotros aquí en Miami la epidemia de COVID-19 al empezar a enfrentar casos. Obviamente, a un nivel bajo pero con la ansiedad de los que nos viene. Tenemos la ventaja de no ser los primeros y de poder nutrirnos y aprender de la experiencia de los que nos han antecedido.
Estamos viviendo, por primera vez, en la era de las comunicaciones rápidas y con la bendición o carga (dependiendo de cómo se vea y posiblemente alternándose ambas) de las grandes redes de telecomunicación y de las redes sociales como nunca antes, una pandemia sin precedentes desde por lo menos la Gran Epidemia de 1918, la famosa y mal nombrada Gripe Española.
Como individuo de a pie y como médico, podemos sentir (y no solo imaginar), lo que sintieron los pobladores de Europa durante la Edad Media en el apogeo de la epidemia de peste, la Peste Negra a partir de Siglo XIV. O la de los ciudadanos durante la gran epidemia de gripe de 1918, y de esa manera con todas las grandes epidemias del pasado. Y aunque desde el punto de vista científico y de la práctica médica estamos a años luz en avances en lo que a conocimiento real y recurso de investigación y tratamiento se refiere, esta epidemia provoca en los seres humanos la misma sensación de miedo que tantos otros sintieron en el pasado, lo hace reforzar sus creencias religiosas o no, reales o imaginarias pero sobre todo también su esperanza. Hace aflorar también lo peor y lo mejor de los seres humanos: Actitudes irresponsables de los que en posición directiva no estuvieron y siguen sin estar a la altura de las circunstancias, del robo de material de protección personal destinado al equipo de salud o de su uso irracional, del acaparamiento de productos destinados para todos los ciudadanos, de estigmatizar al individuo enfermo. Pero afortunadamente hace también aflorar intensamente la actitudes gallardas, honestas, desinteresada y solidaria de los que me atrevo a pensar son los individuos más prevalente, como las actitudes valientes de los miembros del personal de la salud de China, Corea, Italia, España, New York, Washington, y muchos otros lugares que día a día están enfrentando esta terrible enfermedad.
Por los momentos espero, y deseo estar en este último grupo de médicos responsables y digo como Albert Camus apuntaba en su libro La Peste (de relectura necesaria): “No tengo idea de lo que me espera, o lo que sucederá cuando todo esto termine. Por el momento se esto: hay personas enfermas y necesitan curarse”. Para dedicarnos a esos enfermos nos entrenamos.
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